El facilitador que queremos

“Un facilitador poderoso te hace sentir que todo es posible con preparación, que tu mundo es inocente lleno de ilusiones, de sueños alcanzables, con una música que suena a amor”. – Dito Hermano

El facilitador que queremos es aquel que cada uno nosotros quisiéramos tener cuando nos corresponda vivir una experiencia de aprendizaje. ¿Puedes recordar cuál ha sido el docente, profesor, facilitador que a ti te ha inspirado más?  

Algunos tenemos facilitadores a quienes es imposible olvidar por su empatía, porque siempre estaban pendientes de nosotros. Que cuando no contestabas por no saber o cuando tenías cara de no entiendo, se ocupaba de ti, y te apoyaba.

Déjame preguntarte… ¿esa persona te hacía el aprendizaje más fácil? —¡Claro! Hacía que los resultados deseados se obtuvieran más fácilmente.  

En mi caso, a uno a quien le gustaba mucho contarnos cuentos era a mi profesor de literatura. Terminaba cualquier clase con un cuento, una anécdota, una historia. Bueno, precisamente por eso es por lo que la palabra facilitador proviene de fácil —proviene de facilitar, del verbo.

Una persona que facilita es quien hace que las cosas sucedan, que se produzcan más fácilmente. El adjetivo fácil se usa para describir aquellas cosas que no requieren trabajo. 

La palabra trabajo por otro lado, viene del latín vulgar “tripalium”, que significa “tres palos” y es el nombre de un instrumento de tortura donde colocaban a la gente amarrada a dos palos dispuestos como aspas, que a su vez estaban fijos al piso por un palo vertical, de tal manera que el individuo quedaba amarrado de brazos y pies; los brazos puestos en una forma que el dolor era insoportable y al final terminaban confesando cualquier cosa.

Por eso es por lo que el trabajo tiene tan mala fama. De hecho, las palabras que están relacionadas con el trabajo siempre se refieren a algo con una connotación negativa: trabajo de parto, me costó un trabajo enorme, el trabajo es tan malo que pagan por ello; es decir, parece ser que todo lo que tiene que ver con trabajo parece que es negativo.  

Hay una canción que cantaba Alberto Beltrán que se llamaba: El negrito del batey y decía algo como: “el trabajo lo hizo Dios como castigo” —como castigo ¡imagínate! ¡eso es increíble! Raphael, el famoso cantante español también canta “La canción del trabajo”. En ella dice: “arrastrar la dura cadena, trabajar sin tregua y sin fin, es lo mismo que una condena que ninguno puede eludir, el trabajo nace con la persona va grabado sobre su piel…”. 

Así era como marcaban a la gente en los campos de exterminio en varios países de Europa, los nazis marcaban el trabajo, el trabajo te llega, te deja huella. Por lo general la palabra trabajo no está relacionada con cosas hermosas, pero en otros idiomas si, por cierto, en italiano se dice lavorare, en alemán trabajar se dice arbeiten, tiene que ver con obrar, con hacer, con fabricar.

Incluso la palabra en japonés que equivale a trabajo tiene varios significados: “servir”, “hacer”, incluso un significado es: “mi honor es”. Si le preguntas a una persona en japón en que “honras tú” dice: mi honor es ser labrador, mi honor es ser trabajador de la limpieza. Para los japoneses es un honor trabajar. Lamentablemente, para muchos de nosotros no es esa la percepción que nos han cultivado.  

Los principales problemas que observamos en el sistema educativo es que la gente que la ejecuta hace que las personas pasen trabajo, les cueste enormemente la supuestamente maravillosa labor de aprender. Incluso te dicen que las “tres marías” —la matemática, la física y la química, te van a costar un trabajo enorme pasarlas. Los padres incluso advierten a sus hijos: ¡estudia muchacho! porque esas tres materias te van a costar un mucho trabajo —¡imagínate! con semejante profecía ¿quién va a tener entusiasmo de ir a la escuela a estudiarlas? — ¡nadie!  

El docente está acostumbrado a ser el experto, el dueño del conocimiento. Él y solo él tiene la razón. Cuando estudiaba en el colegio, los maestros o profesores decían que la máxima calificación era para Dios, después para el profesor, después para los libros y por último cuando llegaba a un cierto nivel más bajo entonces le tocaba al estudiante con cierta excelencia.   

La labor como facilitadores es entender que el socio aprendizaje es poderoso sin medida y que, por lo tanto, puede adquirir conocimientos, habilidades, actitudes y valores en grado superlativo y que está preparado para todo, solamente que nosotros tenemos que confiar en él. Si nosotros no confiamos entonces normalmente no ocurre. De allí proviene eso de la profecía auto cumplida —el efecto Pigmalión o efecto Rosenthal, efectos que se han estudiado en la psicología y que tienen que ver con la percepción que el facilitador tiene de su audiencia, de sus socios de aprendizaje.

Si la expectativa del facilitador hacia el socio aprendizaje es elevada, el desempeño de los socios de aprendizaje será elevado. Eso no significa que haya que ser mago y qué vas a hacer que la gente aprenda simplemente por tu deseo, pero los vas a inspirar a que ellos se olviden de la importancia que tienes tú y recuerden la importancia que tienen ellos. Que tú renuncias al protagonismo dentro del aula y le regales el protagonismo a quien lo tiene, que es el estudiante.

Parte de tu trabajo entonces es lograr el objetivo final de la educación, y ¿cuál será ese objetivo?  —el logro del aprendiz, que el socio aprenda. No es que recuerde las fechas patrias o históricas, tampoco que recuerden la tabla periódica de química, ni a su creador Dimitri Mendeléyev. 

Estudié los logaritmos neperianos y la verdad sea dicha, llegué a calcular los logaritmos neperianos por aproximación mental y realmente dejaba a muchos sorprendidos porque tenía esa capacidad, la cual perdí porque la verdad que ya no sé ni siquiera qué es un logaritmo neperiano. Sin los logaritmos neperianos hubiera sido bastante difícil la investigación astronómica, porque los astrónomos no hubieran podido calcular las órbitas de los planetas y todas esas trayectorias maravillosas que hay hasta las galaxias. Ahora, los hijos nuestros y nuestros nietos tienen calculadoras digitales, las cuales sacan los logaritmos neperianos de forma inmediata.  

El facilitador debe entrar en ese proceso tecnológico. Muchas personas le tienen terror a la tecnología. Soy de los que recomiendan que, hasta los seis años, los estudiantes no tengan acceso durante la clase y en los exámenes a calculadoras electrónicas, pero después tenemos que lograr que ellos sean expertos y recontra expertos en el uso de la tecnología, que por cierto ya lo son; ya empiezan a utilizar los teléfonos celulares con aplicaciones matemáticas avanzadas y todo el acceso a esas aplicaciones son generalmente gratuitas.

Si el facilitador tiene el foco centrado en sí mismo y se le olvida que el público que él tiene, que su audiencia es la que tiene la importancia, entonces esos socios de aprendizaje se aburren, pierden el interés, los pensamientos empiezan a divagar y en muchos casos empiezan a buscar sus teléfonos celulares. Los profesores sienten terror por los teléfonos celulares en sus clases.

A mí no me importa que mis estudiantes los utilicen en clases y se preguntarán ¿por qué? Porque la gente solamente se enfoca en su teléfono celular cuando ya están aburridos de mí como profesor. Si un docente interesa a la audiencia, esa audiencia no se distrae, está ahí concentrada interesada en lo que tú vas a compartirles, en lo que va a pasar. Además, si quienes tienen el protagonismo son los propios socios de aprendizaje entonces ellos están interesados en atender a estas facilitaciones donde hay presentaciones maravillosas y porque además no son presentaciones largas y tediosas, sino que son normalmente como debemos hacerlas, mientras el protagonismo es el socio de aprendizaje y el foco vaya cambiando de sitio. ¿Qué harás con lo que aprendiste o reflexionaste con este artículo? ¿Cuáles serán tus próximas acciones? ¡Déjame tus comentarios!

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