Aprender a desaprender el miedo

  • ¿Cuándo fue la última vez que el miedo te paralizó?
  • ¿Cuándo ibas a decir algo importante y preferiste callar?
  • ¿Cuándo supiste qué hacer, pero no te atreviste a hacerlo?

Recuerdo una tarde frente a mi cámara en el estudio de mi casa. Era una de esas sesiones virtuales en las que todo parece controlado… hasta que no lo está. Tenía una nueva cohorte de facilitadores, entusiasmados, atentos, expectantes. Y de pronto, una participante —llamémosla Laura— me dijo con voz entrecortada:
Adrián, yo no puedo hablar frente a otros. Me tiemblan las manos. Siento que me voy a quedar en blanco”.

Por un segundo el grupo quedó en silencio. Nadie respiró. Y yo sentí ese eco familiar: el miedo. No el de ella… el mío. Porque también recordé cuando a mí me temblaban las manos.

Fue en mi primera conferencia internacional. Una sala llena, luces intensas, micrófono nuevo. Y yo, facilitador y conferencista en formación, sintiendo que el conocimiento no bastaba. En mi cabeza resonaban frases aprendidas: “no te equivoques”, “mantén el control”, “no muestres debilidad”.
Esa noche comprendí que mi mente había aprendido a obedecer el miedo.

Lo curioso es que el miedo no siempre grita. A veces susurra: “espera un poco más”, “aún no estás listo”, “no hagas el ridículo”.
Y lo obedecemos. Hasta que un día decidimos desaprenderlo.

Con Laura hice algo simple. Le pedí que respirara. Que mirara a la cámara, no a la gente. Que dijera una sola frase:

“Hoy decido hablar, aunque me tiemblen las manos.”

Lo dijo. Y cuando terminó, el grupo estalló en aplausos. No por su perfección, sino por su valentía.
Le sonreí y pensé: “eso es desaprender el miedo”.

Años después sigo convencido de algo:

El miedo no desaparece; se transforma en energía cuando dejamos de defenderlo.”

Desaprender el miedo es, en realidad, un acto de memoria emocional. Es recordar que nacimos curiosos, espontáneos, confiados… y que alguien, en algún momento, nos enseñó a dudar.

Por eso, cada vez que un facilitador me dice “no puedo”, sonrío y respondo:

No puedes todavía. Pero puedes aprender a desaprender lo que te impide hacerlo.”

¿Y tú?
¿Cuántas veces el miedo ha sido tu maestro?
¿Cuántas oportunidades has dejado pasar por cuidar una certeza vieja?

Desaprender el miedo no requiere un curso, requiere un momento de honestidad. Un instante en que te escuchas decir: “esto ya no me sirve”. Y entonces, respiras distinto, miras distinto, enseñas distinto.

Porque la educación —la verdadera— no consiste solo en aprender cosas nuevas, sino en liberarnos de las cosas que ya no necesitamos creer.

Te invito a hacer algo hoy:
Piensa en un miedo que se haya vuelto costumbre. Escríbelo. Léelo en voz alta.
Y luego pregúntate: “¿qué pasaría si le agradezco y lo dejo ir?”

Quizá descubras que el miedo no era tu enemigo, sino tu frontera.
Y cruzarla, querido lector, es el primer paso hacia tu libertad interior.

Tres preguntas para ti:

  1. ¿Qué miedos aprendiste que hoy ya no te representan?
  2. ¿A qué parte de ti le sigues pidiendo permiso para avanzar?
  3. ¿Qué enseñanzas podrías ofrecerles a otros si decides liberarte de ese miedo?

Porque el miedo no se vence. Se desaprende.
Y en ese proceso, nos reencontramos con nuestra versión más auténtica.

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Un comentario

  1. Estimado Adrián. Como siempre, te superas. Hoy, con el nombre de tu artículo me enganché. Al leerlo, me convencí de que el enganche estaba justificado.
    Has tocado un tema que resulta transversal y se extiende más allá de la facilitación. Me quedo con la aseveración de que «el miedo no se vence. Se desaprende», porque tiene una verdad implícita que resulta transformadora. Con esa aseveración compruebo que la palabra tiene poder y la forma cómo se expresa lo potencia.
    Conecto tu mensaje con la necesidad de practicar el autoconocimiento como hábito. En él se encuentra la llave de la liberación transformadora que se obtiene al aceptar la invitación y responder las poderosas preguntas que haces.
    Gracias. Excelente mensaje. Saludos

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