Lo que aprendí en biología… sin aprender biología

¿Te acuerdas quién te enseñó a aprender?
¿Recuerdas alguna clase que se te quedó en la piel, no en el cuaderno?
¿Has sentido alguna vez que estabas aprendiendo sin darte cuenta?

Yo sí. Estaba en el Colegio Gonzaga de Maracaibo. Éramos un grupo inquieto de estudiantes en uniforme, más pendientes del recreo que del reino animal. Y entonces apareció él: nuestro profesor de biología. No recuerdo su nombre, y eso dice algo, pero sí su apodo: Daktari. Como el personaje de la serie de televisión: un veterinario que trabajaba con animales salvajes en África. Y nosotros, claro, éramos su pequeña sabana “maracucha” (Maracucho: persona nacida en Maracaibo, Venezuela).

Daktari no daba clases. Nos sacaba del aula. Nos llevaba a los jardines del colegio, al patio como lo llamábamos, a las orillas del lago que era una de las fronteras de mi colegio, al borde de las canchas deportivas, a mirar bichos con lupa, a tocar hojas, a oler raíces. Sin saberlo, nos estaba enseñando algo que no aparecía en los libros, ni en los exámenes: a mirar.

Hasta ese momento, la biología me aburría hasta el hastío. Con él, se volvió una aventura. “Aprender no es saber más, es mirar distinto”, diría yo años después en una formación. Pero fue Daktari uno de mis maestros que me educó en ello, sin decirlo.

Hoy hablo mucho sobre aprender a descubrir. Y a veces me preguntan si eso es una nueva moda. Yo respondo: no, es volver a casa. Es volver al cuerpo, a la emoción, al error, al juego.

Bruner lo escribió en 1961, pero lo intuyó cualquier niño que haya desarmado un juguete para entenderlo. Aprender por descubrimiento es lo más natural del mundo. Lo antinatural es pretender que todos aprendemos igual, sentados, callados, memorizando respuestas que otros ya pensaron.

La neurociencia lo confirma (Damasio, Bueno, Immordino-Yang… y mi abuela también lo decía sin títulos): “si no te emociona, no se te queda”.

¿Y qué tiene que ver esto contigo, que formas equipos, lideras talleres o educas en un aula?

Todo. Porque tú también eres un Daktari en potencia. Tú eliges si tu sesión será un encierro o una expedición. Tú decides si vas a entregar contenido… o provocar descubrimiento.

Hace poco, en una formación de facilitadores, les dije:
No estás para responder preguntas, estás para que se hagan mejores preguntas.
Y lo noté: a uno se le encendieron los ojos. Eso. Ahí pasa el aprendizaje.

¿Y si en vez de preparar el próximo PowerPoint, salieras al patio con tus participantes?
¿Y si diseñaras tu clase como una expedición y no como una exposición?
¿Y si, solo por hoy, no enseñaras nada y dejaras que otro descubriera algo por sí mismo?

Lo que aprendí con Daktari no fue biología. Fue a mirar.
Y eso, con los años, me ayudó a descubrirme.

¿Qué y a quién estás ayudando a descubrir hoy?
¿Dónde estás sembrando curiosidad?
¿Te animas a dejar de enseñar… para empezar a provocar descubrimiento?

Nos vemos en el camino.

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