El sagrado arte de perder el tiempo

El sagrado arte de perder el tiempo (con gusto y sin culpa)

¿Sabes ese momento en que te quedas viendo una hormiga caminar con más concentración que cuando ves un webinar de liderazgo? Bueno… eso me pasó ayer. Me senté en una plaza del hermoso lugar donde vivo, en Sagrera, Barcelona a ver pasar la tarde, y terminé dándome cuenta de algo importante: hacía mucho tiempo que no me regalaba tiempo. Así, sin agenda, sin Zoom, sin propósito. Solo el tiempo por el tiempo.

Vivimos en una época donde «perder el tiempo» se castiga con miradas de juicio o con esa vocecita interna que dice: «¡Vamos, aprovecha, haz algo productivo!» Como si solo tuviéramos derecho a existir si entregamos resultados medibles. Nos han entrenado para sentir culpa si no llenamos cada minuto con tareas, proyectos, reuniones, métricas o publicaciones que alimenten nuestro ego profesional.

Y sin embargo, lo digo con convicción: perder el tiempo es ganar profundidad.
Perder el tiempo es mirar por la ventana, escuchar un disco completo sin hacer nada más, caminar sin ruta, conversar sin reloj, cocinar lento. Y en esos momentos, créeme, muchas veces nacen ideas, comprensiones, reconciliaciones. Como decía mi abuela paterna, «uno se entiende mejor cuando se calla un ratico y se queda quietico.»

Mi nieto Matías, por ejemplo, puede pasarse media hora mirando cómo se disuelve un cubito de hielo en su vaso. Y mientras tanto, hace preguntas de esas que tumban cualquier PowerPoint corporativo: “¿El hielo se pone triste cuando se desaparece?”
¿Te imaginas tener esa capacidad de asombro mientras lees correos? Yo tampoco.

He dicho muchas veces en mis sesiones de aprendizaje que “la pausa no es ausencia, es presencia plena.” La pausa es ese espacio donde uno vuelve a encontrarse. Donde el cuerpo baja la guardia y la mente se abre a lo nuevo. Donde el alma, finalmente, puede hablar sin interrupciones. Como cuando te duchas y se te ocurre la mejor idea del día. O cuando estás cocinando y se te ocurre cómo resolver ese problema con tu equipo. O incluso, cuando en medio del aburrimiento, terminas redescubriéndote.

No estoy diciendo que abandonemos nuestras responsabilidades ni que nos convirtamos en bohemios de oficina. Lo que propongo es que devolvamos dignidad al tiempo no estructurado. Que lo defendamos como un territorio fértil, no como un desperdicio. Que entendamos —como dice William Glasser— que “aprendemos el 95% de lo que enseñamos”, pero también mucho de lo que simplemente contemplamos sin buscar nada.

¿Y si volvemos a agendar una hora a la semana para no hacer nada?
¿Y si normalizamos decir “no tengo nada que hacer” como quien dice “voy al gimnasio”?
¿Y si en vez de preguntarnos “qué lograste hoy” nos preguntamos “qué respiraste hoy”?

Por eso hoy te invito, sin ironías, a que te tomes el permiso de perder el tiempo… pero hazlo con intención, con cariño, con disfrute. Cierra los ojos. Desconéctate un rato. Sal a caminar sin GPS. Quédate en silencio cinco minutos después de leer esto.
Ahí, justo ahí, puede estar esperándote una nueva idea, un descanso necesario o una revelación simple que cambie tu manera de vivir.

Y si alguien te pregunta por qué estás perdiendo el tiempo, dile:
«Porque Adrián Cottín me lo recetó.»
Y si no les convence… bueno, diles que tú sabes lo que haces. Y ya.

Por favor, déjame tu valioso comentario en esta misma publicación.

Sigue mi cuenta en You Tube: https://www.youtube.com/AdrianCottin

#pcottin #AdrianCottin #aprendizajeacelerado #formaciondefacilitadores #facilitadores #facilitadoresvirtuales #formaciondeformadores #PausaConSentido #SlowLiving #PresenciaPlena

Twitter @pcottin Instagram @adriangcottin

2 respuestas

  1. Que refrescante leer este articulo.
    Admiro tu espontaneidad y tu creatividad. Tú redacción descriptiva y asertiva que nos invita a conectarnos con ese silencio y entendimiento interior.
    Me encanta el llamado a la acción que nos haces. Desconectarnos para conectarnos.
    Agradezco tu vida en la mía.

    Saludos.

  2. Muchas veces siento culpa cuando pierdo tiempo. Me has ayudado a comprender que «perder el tiempo» es un arte, que debemos aprender y que cuando tiene propósito nos permite desconectar lo externo para conectar con lo interno.
    Gracias Adrian

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *