¿Renacer en La Sagrera? Aprender como quien vuelve al mar
- ¿Te has preguntado alguna vez qué dice tu propio nombre de ti?
- ¿De dónde vienes en realidad: de una tierra, de un recuerdo, de un mar?
- ¿Y qué parte de tu identidad se vuelve brújula cuando todo cambia?
Moverme a La Sagrera, después de casi veinte años en Washington, DC, no fue solo cambiar de hogar: fue abrir un umbral. La Sagrera me obligó a mirar otra vez —a escuchar acentos nuevos, a sentarme en plazas que no conocía y a dejar que la ciudad reescribiera mis preguntas sobre el aprendizaje. Lo conté en una crónica donde hablo de “sentarme en una plaza del hermoso lugar donde vivo, en Sagrera, Barcelona” y de cómo redescubrí el arte de perder tiempo con sentido.
Hay algo curioso: mi propio nombre, Adrián, viene del latín Hadrianus, “el que viene del mar Adriático”. ¿Casualidad? Quizá no. Porque este regreso al Mediterráneo, después de tanto tiempo lejos, tiene sabor de destino. “Yo nací en el Mediterráneo”, canta Joan Manuel Serrat, y siento que en mi caso no es metáfora: es raíz. El nombre me recuerda que soy persona de orillas, de puentes, de mareas que van y vienen, como el aprendizaje mismo: nunca fijo, siempre en movimiento.
En mi trabajo con facilitadores insisto en que el aprendizaje es un paisaje multisensorial: no solo lo que decimos en la pantalla, sino lo que huele, lo que suena, lo que nos hace callar por un segundo. La Sugestopedia —esa metodología que estudié y que recupera Giorgi Lozanov— funciona justamente porque respeta esa dimensión: usa música, afecto y contexto para abrir la memoria y el corazón. ¿Lo hemos comprobado en nuestras aulas? Sí: en mis seminarios practico estas variantes y observo cambios inmediatos en la atención y la retención.
Permíteme hacerte una pregunta directa —y otra para verificar conmigo: ¿Cuándo fue la última vez que permitiste que un entorno (una plaza, una canción, una conversación) te enseñara algo sin apuntes? ¿No notaste cómo las imágenes y los sonidos hacen que la idea se quede? En mis Learning Talks los días miércoles, a las 08:00 pm (Barcelona), he visto cómo fragmentos breves —un gesto, una historia— producen más transformación que una presentación de tres diapositivas.
Lo escribí alguna vez y lo repito hoy: “Mi objetivo es que el facilitador genere experiencias educativas únicas y fascinantes junto a sus socios de aprendizaje.” Y lo afirmo también en lo pequeño: una pausa, una pregunta franca, una anécdota personal pueden ser el detonante. Como escribí en otro artículo: “Un encuentro sin alma se vuelve un ritual sin valor. Pero un encuentro con sentido se convierte en pulso para la acción compartida.”
Anécdota: el primer mes en Barcelona me perdí buscando una plaza. Entré a un café, hablé cinco minutos con una mujer que vendía flores y salí con la idea para una experiencia de aprendizaje sobre nostalgia y creatividad. No lo planeé; lo descubrí. Así funciona el aprendizaje: por roce, por sorpresa, por azar bienvenido.
Conclusión práctica (mi recomendación)
- Diseña espacios multisensoriales: cinco minutos de música, una imagen, una breve interrogante.
- Usa la ciudad como laboratorio: paseos, plazas, sonidos. La Sagrera me enseñó a hacer esto con humildad.
- Comparte anécdotas tuyas; la vulnerabilidad educa.
- Evalúa no solo lo que aprenden, sino cómo se sienten al hacerlo.
Llamado a la acción (mi mensaje): Ven a uno de mis Learning Talks o escríbeme —trae una anécdota breve de tu ciudad. Si traes esa historia, te prometo que en treinta minutos la convertiremos en una estrategia didáctica.
Preguntas finales para seguir pensando:
- ¿Qué lugar de tu ciudad podría convertirse en aula por un día?
- ¿Qué recuerdo de tu infancia te ayuda a enseñar hoy?
- ¿Qué pequeño gesto podrías incorporar mañana para que tu sesión tenga más alma?
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7 respuestas
Hace mucho tiempo lei que el niño (a) en el vientre de la madre le susurra su nombre y como debe llamarlo. Ello dice y concuerda con tu apreciación del origen de tu nombre o lo que significa, ya que desde el embrión el ser sabe a que viene y a que esta destinado hacer. Un abrazo querido amigo.
¡Qué bonito! Adrián… el que viene del mar… un origen lleno de libertad y sabiduría…
La Sagrera te recibió con los brazos abiertos… y tú supiste abrazarla tan fuerte que has conseguido renacer aquí… y así poder compartir tus anécdotas, tus conocimientos y gran experiencia con tod@s los vecin@s de este precioso barrio, que se enriquece con personas como tú.
Bienvenido a la Sagrera y como dice la gente de la vieja escuela,te sientas,escuchas y aprendes…..lo bueno y lo malo.
Adrián, que tu nombre —«el que viene del mar»— te encuentre de vuelta al Mediterráneo no me suena a casualidad, sino a una causalidad necesaria.
Celebro tu defensa del ocio con sentido: ahí se encienden la inspiración y la creatividad; es justo lo que promuevo cuando ayudamos a líderes a priorizar con propósito.
Y suscribo tu mirada multisensorial del aprendizaje: entra por lo que vemos y oímos, por los olores… y por los silencios. Convertir la ciudad en aula y una pausa en método ciertamente vale más que tres diapositivas. Gracias por recordarnos que el nombre, el lugar y los sentidos pueden ser brújula.
Tu nombre está relacionado a tu mundo interior, a ese mar profundo de conocimiento y esa alma dispuesta a compartir sabiduría. Maravilloso artículo. La Sagrera es afortunada de contar con tu presencia. ¡Un fuerte abrazo!
Esto es la sagrera y tú lo has sabido reconocer todos tenemos un pasado pero todos nos abrimos a mejorar y aprender.La fachada de una persona a veces no es su alma si no una imagen de protección y tú lo supiste ver ; seguiremos tomando agua tónica y cerveza y dialogando de lo k sea k nos haga reír y aprender un abrazo amigo
Adrián: el que viene del mar. Una vez más como otras veces, me ha encantado tu artículo. Desde la imagen que me transporta a ese inmenso mar e imagino la brisa tocando mi rostro y alborotando mi cabello. El significado de mi nombre «Rocio del Mar» así que me identifico contigo. Junto a ti mi mentor, facilitador, amigo aprendí a valorar la multisensorialidad, a escuchar con atención plena, a crear un espacio amigable, seguro y confiable, no me falta un buen aroma en mi escritorio, una buena música mientras trabajos, hacer gimnasia corporal y cerebral entre el tiempo dedicado al trabajo. Todo el tiempo el entorno me deja unos aprendizajes increíbles, el metro de mi hermosa ciudad «Caracas», el Ávila l monumental y magnifica montaña, los paseos por la ciudad, las conversaciones con personas que no conozco. A través de ti, ya conozco la Sagrera y quiero seguir conociendo. Gracias Adrián, el que viene del mar.